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cercanos a la plantación. Anochecía y no veía muy bien.
Maldecía por la premura del pedido y con apuro tomaba
todos los trozos de madera que sus escuálidos brazos
podían levantar, sin notar que escondida entre ellos se
encontraba una de las temibles arañas del banano. Lle-
vó todos los materiales a su taller y comenzó a trabajar
en el ataúd. Cuando cogió el último madero, la pequeña
intrusa lo mordió en la muñeca, pero el Carpintero no
prestó atención a la picadura y siguió trabajando. Unas
diez horas después, cuando ya el trabajo estaba casi ter-
minado y sólo quedaba retocar el interior, el Carpintero
colapsó y cayó muerto dentro del ataúd, causando que
la tapa cayera y se cerrara.
A los dos días, un Capitán con veinte kilos menos, pálido,
ojeroso y pestilente volvió a recoger su ataúd. Lo acom-
pañaban el Abogado y el Policía, pues no tenía la fuerza
necesaria para cargar con su lúgubre encomienda él solo.
Cuando entraron al taller no pudieron encontrar al Car-
pintero por ninguna parte, así que cogieron el ataúd que
se encontraba en la mitad del salón y entre los tres lo
alzaron, pues estaba inusualmente pesado. Ninguno de
los pasajeros del barco quiso abrir el ataúd por respeto
al Capitán, así que lo llevaron cerrado y lo dejaron en la
sala de velación esperando a que su dueño estuviera lis-
to para usarlo.
El Capitán murió y todos lo lloraron. El Cura con su Bi-
blia, el Borracho con su botella, la madre con un rosario
y una desgarrada multitud refiriendo con palabras susu-
rradas las mejores historias de este querido personaje.
Sólo dos personas estaban alejadas del drama de la vela-
ción y eran quienes habían ido con el Capitán a la isla el
día anterior. Se miraron con horror cuando abrieron la
tapa del ataúd para alistarlo para el Capitán y en cambio
vieron allí el cuerpo sin vida del Carpintero.
—¿Qué pasará cuando todos se enteren?
—¿Y por qué se tienen que enterar?
—Hoy debemos dar sepultura al Capitán y su ataúd ya
está ocupado.
—Nadie sabe que el Carpintero está muerto. El cuerpo
del Capitán pesa la mitad de lo que solía pesar y el Car-