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monial, ven te invito a conocerlo. Repuso mi guía, acom-
pañándome por el pasillo.
Fui avanzando hasta el fondo totalmente sorprendido,
me detuve frente a la puerta blanca y la abrí. Lo que vi
a continuación no tiene explicación y lo que sentí fue
algo espantoso. Me encontré parado frente a un espacio
totalmente en blanco, yo diría que frente a la nada. Sin
embargo tenía la impresión de que alguien al frente me
observaba.
Mi anfitrión me miró preocupado y dijo:
—Estás pálido como la puerta, quizá no te venga bien via-
jar en carro. Hay mucha gente que se marea, sobre todo
en los asientos traseros. Voy a darte algo. Verás cómo te
sientes mejor.
—¡No, no! –exclamé horrorizado y de inmediato lo em-
pujé a un lado y eché a correr por el pasillo que parecía
nunca acabar. Por más que corría parecía no avanzar.
Corrí y corrí lo más rápido que pude hasta que por fin lo-
gré llegar al espacio de carga, y cuando empujé su asien-
to trasero salí por una puerta que me condujo a la acera.
A partir de este instante no pude recordar cómo fue que
vine a dar allí. Al intentar comprender lo sucedido, mis
pensamientos se movían en círculos. Miré el reloj, eran
las 5:15 de la tarde. De pronto un tipo mal afeitado se me
acercó, me cogió de la manga y con un gran gesto me se-
ñaló la montaña…