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Tenía ese día el gesto de la muerte.
Tenía ese día la silueta de la muerte.
Estoy desprovista de rostro,
No soy huella, ni rastro, ni rasgo:
Me he dejado al abandono.
Todos los días es el mismo día…
Persigo la tranquilidad en el más sonado réquiem de mi vida.
Nada encuentro porque no sé lo que estoy buscando.
Tendría esquinas para cada tristeza…
Conseguiría con estas una figura de infinitos ángulos y
lados insignificantes y nimios.
De tanto llanto ya no lloro
todos los días me baño en el mismo río.
El inconmensurable dolor que siento es de color amarillo.
Mi color favorito es el único que me acompaña.
Canto para todos pero nadie puede oír mi voz.
Es que no tengo boca,
Es que me exilié de mí misma,
Es la cadencia de mis palabras,
Es el espejo que todos los días, me recibe vacío.