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lados y me contó; me contó que se la pasaba por allá
horas y horas dando vueltas y hablando con mendigos
y mostrándoles lo que, piensa ella, era una foto suya.
Eso sucedió en la época en que Francisco, el primo de
Rubi lo vio a usted, mijo, o eso dice él, que lo vio todo
andrajoso durmiendo en una acera hace dos años ya. Él
contó que al principio no lo reconoció pero que le re-
sultó familiar, y luego se acordó de su cara, pero como
iba en bus apurado para el trabajo, no tuvo manera de
devolverse. Su papá lo quiere mucho a usted y no lo olvi-
da ni por un momento, es más, últimamente se le nota
más ensimismado y hasta amargado y lo veo muy des-
mejorado de salud pero se hace el fuerte conmigo, ya le
diré por qué. De verdad lo quiere mucho, no le quite la
oportunidad de arreglar las cosas antes de que sea tarde.
Yo no sé cuántas cartas le he escrito ya, ni sé cuántas
veces le pude haber repetido lo mismo entre una y otra,
pero siento que debí hacerlo. Ni siquiera sé si llegue el
momento en que usted lea esta carta o las demás, yo es-
pero que sí y por eso las escribo, para comunicarme con
usted de alguna manera, para que sepa que yo nunca lo
olvidé ni lo voy a olvidar, que yo nunca voy a dejar de
quererlo y que su papá tampoco. Pero más que esperar
a que llegue a leer esto, espero que volvamos a vernos,
que podamos volver a comer los tres juntos como una
familia, que en esta casa se vuelva a escuchar una risa,
se vuelva a sentir alegría porque ya se nos olvidó cómo
es eso. Yo todavía le tengo la habitación como la dejó;
vuelva con nosotros mijo, o llámenos, déjenos saber de
usted que el desasosiego por no saber nada nos hace
todo más pesado a su papá y a mí y se nos acaba el tiem-
po, y yo sé que nosotros le importamos, que usted no
nos ha olvidado, yo no puedo desaferrarme a esa idea
mijo porque si lo hago no me queda sino la amargura.
Yo no sé si pueda terminarle el saco ni sé si pueda escribir
otra carta o sentarme de nuevo en la sala para ver si usted
está por ahí. Mi salud está muy mala y sé que es grave,
pero no he querido contarle a su papá, aunque estoy casi
segura de que él o sabe o se lo imagina y que por eso no
me demuestra debilidad ni achaques. Yo voy a intentar
terminarlo y las cartas se las voy a entregar a Luz Bea-
triz en caso de que usted llegue a comunicarse con ella.
Si no puedo tenerlo cerca de nuevo en vida, sólo espero