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Sé que me sacaste una fotografía antes de que partie-
ras en ese bus en el que viniste. Probablemente te di-
riges a tu casa o a algún otro lugar a tomar tu desayu-
no. Hace frío y es temprano aún, como la vida en este
campo…No te dejes engañar por ese sol que está ape-
nas saliendo; aún le queda un largo camino por recorrer.
Y con él, salen todos a la calle: es caótica la vida aquí.
No tuvimos la oportunidad de conocernos. Soy Ali y nací
aquí al igual que mi hermano mayor y sus hijos. Todos
vivimos aquí, juntos. Pero no te sorprendas mucho que-
rida desconocida, pues así es la vida de un refugiado.
Y parece que lo seguiré -seguiremos- siendo por mu-
cho más tiempo y, probablemente, también mis hijos.
Creo que a eso le llaman “destino”. ¿Sabes ya el tuyo?
Estoy seguro de que bien conoces la frialdad del res-
to del mundo hacia nosotros. Quizá por eso viniste;
es una historia que conmueve, lo sé. ¿O quizá quieres
reivindicar al mundo entero? No creo que puedas, na-
die lo ha podido hacer aún…y ha pasado mucho tiem-
po ya. Seguro en tu país también hay como nosotros.
Querida desconocida, ¿pensaste que no sentiría tus in-
tenciones de fotografiarme? Después de todo, nadie
se imagina que en un campo de refugiados vive gente
real, rezagada de la opulencia del resto y escondida de
la maldad de otros tantos. También pensaste que yo no
sabía que era a mí a quien tu moderna cámara apunta-
ba. Pero está bien, no me molestaré, lo prometo…des-
pués de todo, no se le lanzan rocas al pozo que te da de
beber, y bueno, hoy tú me has dado de vestir y comer.
Creo que mi vecina también salió en tu fotografía. Ella
no sabe, pero tampoco se lo diré. ¿Te inquieta verla con
un velo, cierto? Ella quizá te explique la razón de no
llevar su cabello suelto como el tuyo, y su padre qui-
zá te diga otra cosa. Recuerda que siempre debes mirar
con ambos ojos, o bueno, más bien escuchar con am-
bos oídos…pero… ¡ya no estás aquí para preguntar! Tu
visita fue tan efímera que ni siquiera me pudiste mos-
trar la foto que me sacaste. ¿Se puede ver, cierto? Siem-
pre veo grandes fotos de niños comiendo dulces pega-
das en las paredes de la tienda a la que voy por el pan
que ya está duro (lo puedes mojar con algo de agua si