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Algún día
Diego Armando Castelblanco
El viejo y grande reloj de cedro parece despertar a medida
que el minutero se mueve pesadamente anunciando la
hora. Los muebles de la sala permanecen limpios, el piso
brilla y las paredes se mantienen sin una mancha. No hay
una solamota de polvo en la casa. Él limpia todos los días,
desde el día que se quedó solo. Decidió hacerlo así aunque
no estaba programado para eso. Todo reluce, todo parece
nuevo, inclusoel olor es suavey fresco. Sólofaltan los seres
humanos. No están. La casa está abandonada. Sólo está él.
La casa entera funciona maravillosamente, él enciende
la chimenea como solía hacer el señor todas las tardes
de invierno. Él enciende el televisor a la hora que el señor
solía encenderlo para ver las noticias. Ahora simplemen-
te muestra todo en negro. Únicamente suena, leve, la
música que él, en el equipo de sonido, activó hace poco.
Afuera, las calles están desiertas, los automóviles par-
queados oxidándose. Sólo existe una presencia, una me-
tálica e inmortal presencia que ronda esa casa al final
de la calle. Es lo único que existe y, aunque no está vivo,
gobierna la casa. Es ahora de su propiedad, no legalmente,