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Respuesta novena
Usted es imposible de entender. Primero me insulta de
la peor forma y después se pone a llorar. ¿Qué quiere que
le diga?, ¿que lo perdono? Es extraño que me escriba,
que me invoque, que me reclame, que se las dé de chis-
toso. Es extraño que haya pasado por alto durante todo
este tiempo algo que es definitivo, que usted lo sabe y
que yo lo sé, que ambos sabemos: YO NO EXISTO. Yo no
puedo escribir cartas, yo no estoy escribiendo esta car-
ta, es usted el que lo está haciendo, es usted el que se
empeña en tratar de persuadirme para que vuelva, es
usted el que se está respondiendo en este momento y
en todos los momentos, el que me inventa y se inventa.
Es cierto, yo podría sentarme a su lado ahora mismo,
podría incluso abrazarlo y decirle: Relájese… viejas… vie-
jas es lo que sobra en este peladero, deje de ser marica,
no se complique por bobadas que ya parece la loca del
barrio, póngase una puta chaqueta que está haciendo
frío y abrámonos a conseguir un par de perras que hoy
coronamos. Yo podría pero no puedo, no puedo. Yo soy
usted, yo soy la vocecita que a veces lo complace, que a
veces lo hace reír, que le pregunta cosas y se las respon-
de, que lo acompaña y le impide que se mate, que a ve-
ces le dice: ¡parce, mátese! Yo casi siempre quiero que se
mate. Yo no le estoy escribiendo esta carta y usted esta
putiado, y lo sabe, y por más que lo repita ella… ella no
lo necesita, usted no se necesita, yo no soy.
Hasta aquí llego, no sé si usted también.