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ligero espacio intermedio que en manos y pies es más grueso,
el cual genera que absorba más agua que el resto del cuer-
po y que el efecto sea más perceptible. A medida que la epi-
dermis se hincha más y más, se separa de la dermis forman-
do surcos y crestas, –sobre todo en las yemas de los dedos–.
El éxodo de las “Uvas pasas” no se debe a la balanza de pa-
gos por años o décadas, ni mucho menos a un Martini ver-
mouth en las rocas; tampoco a la versión terrestre de la tabla
marina (monopatín sin timón), no, corresponde al instante
atestado y soprano en que olvidamos que el tiempo existe.
Lo que de verdad importa, es que el instante generó un cambio
en las edades reales: que Nicolás Orozco tuviese 71 años en sus
20 dedos, y Valerio López, 4 años en su sonrisa casi de papalote
galáctico, intervenida por el afecto samurái de su nieto menor.
Así, como el Mariner IV en 1965 puso a los reinícolas de la tierra
de narices conMarte, yo, les proporciono evidencia de la posibi-
lidad –de forma líquida– de retroceder y adelantar en el tiempo.
Fotografía: José Luis Ruiz Vélez - Claudia Patricia Restrepo Ruiz