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algún día el pan en tu casa se pone duro). Me pregun-
to si saldré como ellos…digo, como los niños que no
son refugiados. Seguro también hay de esos en tu país.
Ya, no te quiero aburrir y además debo regresar a mi casa,
mi madre debe de estar preocupada. Tú debes de estar
lejos ya, acordándote con satisfacción en el rostro de
que hoy una familia de refugiados vestirá ropas nuevas…
para nosotros. Pero la próxima vez que vengas, ¡llévame
contigo! Me gustaría jugar con mi pelota en un jardín
grande y verde sin que el vecino me regañe, y también
comer pan blandito, no remojado… ese me gusta más.
Espera, quizá no te gustan los niños o no tienes tiempo.
O quizá tu país queda muy lejos. ¿Montarás en un avión?
Esos también me gustan, pero les tengo miedo. Mi padre
me contó acerca de unos aviones que lanzaban cosas
desde el aire y luego en la tierra todo volaba en mil peda-
zos. Pero podrías llevarme en uno diferente, no creo que
nada nos pase, pues estaremos en el aire y no en la tierra.
Quizá pido demasiado. ¿O te parece que no? Yo creo que no.
He aprendido que todo en la vida se acaba, hasta los
sueños. Pero este no. Yo te esperaré y te llevaré a mi
casa. Mi mamá te cocinará muchas cosas ricas y prome-
to que conseguiré pan caliente. Me ayudarás a empacar
la ropa que me has regalado hoy y nos iremos los dos
en ese bus. ¡Hasta podemos tomar el desayuno otra vez!
Iré donde me digas, no conozco nada más allá de este
campo. Viajaremos juntos a lugares muy lejos de aquí,
nos tomaremos una bonita foto y mi mamá la verá en
la tienda cuando vaya por el pan. Así sabrá que soy feliz.
Cuando vengas no me busques, yo te encontraré.
Te espero,
Ali.