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Epístola primera
Mi muy queridísimo y gran malparidísimo amigo invisi-
ble, la presente es con el fin de informarte que otra vez
me sacaron a patadas de Felicidonia […] Allá usted si en
el paraje en el que se encuentra no existen los carteros
ni las cartas […].
Respuesta primera
Pongo en su conocimiento que esta mañana fui desper-
tado por sus gritos de una manera brutal […] A sus insul-
tos yo sólo puedo responder con oraciones […].
Epístola novena
[…] usted con quién cree que está hablando gran mari-
cón, muy varoncito escondiéndose detrás de Dios para
no acudir ami llamado, invocándolo cobardemente, pues
se caga en las enaguas si medio le subo la voz. Usted tan
pato como siempre, tan miedoso, tan nerviosito, tan ga-
lletica de mantequilla. A mí no me va a venir a engañar
dándoselas de cura de la parroquia de nuestra señora de
la concha de tu madre, de consejero sentimental con el
miembro cayéndosele a pedazos por una hermosa blenorragia
crónica ganada a punta de chichirimico. Faltaba más,
ahora resulta que mi ex amigo imaginario además de vi-
vir en el extranjero, de haberse marchado a Guatepeor,
se convirtió en un vulgar predicador de pacotilla que se
atreve a suplicarle a no sé quién putas que me desapa-
rezca de la faz de la tierra; por lo que veo ya le lavaron el
cerebrito con jabón PARAMI y lo pusieron a hablar como
un típico marrano converso que se alimenta de aguama-
sa bíblica y caga versículos por doquier.
Es a mí al que le da lástima de usted, de usted que habla
desde la nada de su imbecilidad que lo puso a creer en
manes aparentemente supremos, inmutables, ubicuos,
que están dizque presentes en todas partes, y en ningu-
na, y arriba, y abajo, y adentro, y afuera, y si no lo puedo
ver es porque existe y me arrodillo y lo perdono por no
venir a salvarme de mí que tengo lástima de usted y que
[…] ahora que me quiero abrir del todo de este cuento
raro en el que me estoy resbalando desde que me están
relatando mal redactado y no puedo cruzar la frontera
de mí […]